domingo, diciembre 31, 2006

32ª CONFESION: PIEL

Siento tu piel pálida y suave, acariciándola con la yema de mis dedos, deslizándome por tu cuello. Bajo por la curva de tus hombros, manoseo tus fuertes brazos. Voy guiándome por el mapa de lunares esparcidos por todo tu cuerpo. En tu pecho, una alfombra de cosquillosos vellitos me indican el camino, sigo el círculo de los que rodean tus tetillas, muerdo y lamo tus pezones, pero tu abdomen pide mis caricias...
Más abajo, mucho más abajo, tu piel viril reclama mi boca...
Ahora siento el sabor de tu piel!
El de tu piel fundiéndose con la mía hasta llenarme de ti, dejando los poros de mi piel impregnada con tu olor!


LA-T

sábado, diciembre 23, 2006

31ª CONFESION: CONJUGACIONES

El queriendo estar conmigo
Yo queriendo estar contigo
Tú queriendo estar con quién...


LA-T

jueves, diciembre 14, 2006

30ª CONFESION: ¿ENTONCES?

Pórtate mal, muy mal!
Tratándome bien...
Muy bien...

LA-T

miércoles, diciembre 06, 2006

29ª CONFESION: RICURA

Que ricura sentir tu cálida boca besando la mía!
Que ricura saborearte, sentir la humedad de tus labios confundiéndose con los míos...
Que ricura tu lengua, traviesa e inquieta, bordeando, husmeando... intentando explorarme...
Que ricura tus dedos, largos y suaves, dedos tremendos reconociendo el territorio inexplorado de mi piel...
Que ricura abrazarte, fundirme entre tus brazos, apretando nuestros pechos, uniendo nuestros cuerpos...

Que ricura tú!


LA-T

sábado, diciembre 02, 2006

28ª CONFESION: UN CUENTO DE -NO- HADAS

Erase una vez, una pequeña -no- hada que no tenía alas; tiempo atrás un ogro, disfrazado de príncipe, se las había arrancado. Un día la pequeña -no- hada vio a un príncipe de cual quedó prendada. Este no era el típico príncipe azul, era un príncipe negro, oscuro, un príncipe de la noche y eso a ella le encantaba. La pequeña -no- hada quería que el príncipe de la noche se fijara en ella y buscó unas alas prestadas. Una mañana se puso las alas prestadas y anduvo revoloteando por el reino para que el príncipe la mirara, pero el príncipe se sonrojaba al verla revolotear con esas alas prestadas, no sabe si por pena ajena o porque lo que sentía por ella lo hacía avergonzarse. La pequeña -no- hada se dio cuenta que esas alas le quedaban apretadas y cada vez que emprendía el vuelo ante su adorado príncipe, le costaba moverlas y se le enredaban, tanto tiempo sin tenerlas que ya había perdido la costumbre de usarlas. Un buen día la -no- hada entendió que para ella esas alas ya no tenían razón de ser, pues su destino era tener los pies en la tierra. Decidió devolver las alas prestadas y seguir caminando por el reino, entre ogros y príncipes verdes, entre príncipes blancos y multicolores.
En su andar por el suelo la pequeña -no- hada nunca volvió a ver al príncipe de la noche.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.


LA-T